Opinión: “Paz y Entendimiento desde una perspectiva geopolítica intercultural”
¿Cómo podemos practicar la “interculturalidad” en las discusiones actuales sobre la cuestión de la tierra en Wallmapu? O planteado de otro modo ¿hemos discutido los contenidos materiales y simbólicos que constituyen las relaciones interculturales del territorio ancestral mapuche?. Entre otros, podemos afirmar que las lenguas habladas constituyen uno de esos componentes, mientras que las tierras, su uso y significación sería otro de los grandes ejes.
El componente territorial de esa relación, pareciera ser el de mayor disputa o materia de conflictividad regional, y que ha gatillado la medida política reciente con la creación de una Comisión de Estado de “Paz y Entendimiento” (entre el Estado y el pueblo Mapuche) para la búsqueda de un marco de solución aceptable sobre esas disputas. Allí, parece razonable que su abordaje no deje de lado dos grandes ausencias muy comunes en estas discusiones. Por un lado, la noción de tierra, territorio y territorialidad proveniente de la matriz cultural y epistémica mapuche cuya mirada integradora de CHE forma parte del MAPU, y que la idea de “propiedad” territorial no se base en la titulación estatal tardía que representan los Títulos de Merced, sino en la preexistencia a la fundación de la república chilena y su posterior ocupación ocurrida luego de la guerra, conocida como campaña de “pacificación de la araucanía”. Por otra parte, se encuentra el “mapa con los 10 millones de hectáreas del Wallmapu”, que permite reconocer el panorama completo con todos y cada uno de los espacios en disputa: los demandados y no demandados (como las ciudades, por ejemplo), los lugares emblemáticos y culturalmente significativos (wigkul y cerros, cuencas y cordones montañosos, entre otros) y aquellos bosques nativos, donde se
identifican las empresas forestales como partes del problema y de la solución.
Lo anterior, sin embargo, supone el desafío de incorporar una metodología fuera del marco monocultural (chileno-occidental), agotado en todos y cada uno de los intentos de diálogo institucionalmente propuestos desde el Estado. Repetir un ejercicio abordado desde una sola perspectiva es y será un camino al fracaso, porque asumir ”la otra perspectiva” no significa que los expertos recojan y sistematicen las sucesivas demandas asociadas al despojo como un eterno e interminable lamento. Asumir la otra perspectiva implica la plena incorporación de los fundamentos mapuche de la propiedad y significado profundo de la tierra, territorio y territorialidad, junto a una representación cartográfica culturalmente situada y orientada de la región en la que vivimos.
Columna de Miguel Melin Pehuen