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Patrimonio en contexto intercultural: ¿a quiénes corresponde la elaboración del “pasado” y quienes deben custodiarlo?

La cultura material indígena ha sido un continuo foco de interés museológico, donde adquieren gran relevancia los objetos arqueológicos. En este caso en particular, el escenario presenta diversas complejidades, ya que según lo señalado por la Ley N°17.288 de Monumentos Nacionales y Normas Relacionadas, en su Artículo 1.°- Son monumentos nacionales y quedan bajo la tuición y protección del Estado, los lugares, ruinas, construcciones u objetos de carácter histórico o artístico; los enterratorios o cementerios u otros restos de los aborígenes, las piezas u objetos antropo-arqueológicos, paleontológicos o de formación natural, que existan bajo o sobre la superficie del territorio nacional o en la plataforma submarina de sus aguas jurisdiccionales y cuya conservación interesa a la historia, al arte o a la ciencia (…)

Esto plantea una primera tensión que dice relación con la tenencia y propiedad de estas colecciones y objetos arqueológicos, pues si son evidencia material de sociedades de períodos más tempranos serían  patrimonio de los pueblos originarios. En ese sentido, sectores de estos pueblos ven con perspectiva crítica la manera y el fin con el que estos objetos han sido obtenidos, concentrados y exhibidos históricamente, donde la patrimonialización “de lo indígena” por parte del Estado sería parte de los diversos tipos de despojo de los que han sido objeto.

Lo anterior invita a reconocer los diversos tipos de instituciones como museos, entidades públicas, privadas y ciertos sectores de la sociedad civil que custodian este tipo de patrimonio, y a discutir la pertinencia y adecuación de las mismas para tales funciones. Sin embargo, esto último no es de fácil alcance, ya que requiere de especialistas en diversas áreas e importantes sumas de dinero. Además, la subestimación de la conservación como disciplina, conduce a que esta no sea considerada en los presupuestos y fines de dichas entidades, poniendo en alto riesgo las colecciones.

Entre estas problemáticas también es importante destacar que estas instituciones en general aún deben dar un vuelco en la manera de cómo exhiben a la sociedad este patrimonio sensible, y en cómo desarrollan la vinculación territorial y la participación de los pueblos originarios en este escenario. En ese proceso, se debe considerar el abordaje de una primera problemática:  los criterios estéticos e históricos se han superpuesto a estas colecciones y objetos, tratándolos como estáticos, proyectando la imagen de un pasado inanimado donde no tiene cabida la continuidad cultural ni el patrimonio vivo. 

Considerando estas tensiones mencionadas, cabría entonces preguntarse ¿a quién o quiénes corresponde el derecho de elaborar y transmitir una versión del “pasado”?, ¿cómo y hasta qué punto sería posible el trabajo mancomunado entre los diversos grupos de interés involucrados? 

Paula Rubilar Rubilar

Antropóloga

Instituto de Estudios Indígenas e Interculturales UFRO

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